viernes, 11 de abril de 2014

Pequeña pícara anécdota, junto con la inocencia del recién llegado, en este caso Tibor Hirschfeld.

Tibor se llama Hirschfeld.

Una pequeña anécdota: Cuando alguien era nuevo siempre trataban de "tomarle la medida". Por ejemplo con un juego de palabras. Así también a el. A el le habían dado el número 12 (todos nosotros teníamos un número). Gerardo Bremer tenía el 11, yo el 8, etc. Y entre unos "vivos" y Tibor se desarrolló el siguiente diálogo:

- ¿Qué número tenés?
- No sé
- Mirá en tu delantal (todos teníamos un delantal en el asilo)
- Doce
- Y si se te rompe ¿quién te lo cose?
- La Frau Frank (la abuela de Volker Hanga, a cargo de nuestra ropa)
- ....... (silencio y cara desubicada...)

Federico

Si. También hay que verla en contexto con las "trampas" que tratábamos de colocar a los demás, induciéndolos a decir un  número. Casi siempre tenían algo que ver con un sexo anal figurado:

tres = culo al revés
cinco = mi p... da un brinco
seis = que culo tenéis (ese ya era para los cultos que entendían español correcto)
siete = te rompo el ojete (¡uy, que groserito!)
ocho = el culo te abrocho (creo que va a tener un problema ...)
nueve = el culo te llueve (¡sálvese quién pueda!)
once = culo de bronce y, para volver a la anécdota:
doce = y si se te rompe ¿quién te lo cose?

¡Cuánta poesía para tales boludeces!

El pobre Tibor (creo que era su primer día en el asilo) todavía no sabía su número y - ante todo -  no estaba familiarizado con nuestra veta poética y cuándo le preguntaron por el delantal para que diga el número pensó en la ropa. Y claro, si se rompía, la sra. Frank la arreglaba. Una de las clásicas situaciones donde todos tienen razón ...
 

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