domingo, 2 de septiembre de 2012

¿Quién se acuerda de Franz Grum? Un húngaro pelirrojo que vino al asilo en 1953 o 1954. Creo que en Baradero sólo visitó el 6º grado en la escuela nº 7. Lo llamaban Nyoka (como la heroína de la historieta “Nyoka, la muchacha de la jungla”), Tal vez porque al principio tenía el pelo mas largo que los demás y porque se daba un aire deportivo (la protagonista de la historieta saltaba de árbol en árbol con las lianas que colgaban de los mismos, igual que Tarzán). En Baradero no te elegías tu sobrenombre, te lo imponían.

Como me dijo Ernesto Rappold hace unos años, Franz Grum lamentablemente murió, víctima de un accidente de tránsito, al cambiar la rueda de su coche en una ruta en Chile.


Franz era un muchacho inteligente y culto. Por el llegué a conocer la ciencia ficción. Yo solía leer todo lo que me llegaba al alcance de las manos y era uno de los lectores avanzados (ya leía novelas Western - Colección Bisonte Extra - cuando los otros todavía leían historietas ...). Franz me prestaba sus ejemplares de la revista “Mas allá” con artículos de autores como Isaac Asimov y otros.


Muchos años mas tarde leí la siguiente, corta historia (creo que es de Fredric Brown):


"Una nave espacial que explora el universo llega a la tierra. Los hombrecitos verdes aterrizan y un grupo sale e inmediatamente empieza a coleccionar ejemplares de la flora y de la fauna terrestre.


En una plaza encuentran a un borrachín durmiendo en un banco. Lo meten en una jaula y se lo llevan a la nave. Los científicos de a bordo lo examinan y lo catalogan. Entre otras cosas analizan el contenido de su aparato digestivo, para saber de que se alimenta esa especie.


Al final vuelven a su lejano planeta y exponen el fruto de su expedición sideral en museos y otras instituciones.


Al borrachín lo llevaron al zoológico de la capital, en donde vivió feliz hasta el fin de sus días nutriéndose como el día que lo encontraron en el banco".


Gerardo Federico Ritter, Hamburgo